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| A esto que te encuentras cosas que creías olvidadas... y no puedes evitar sonreír. |
Allanamiento de alfombrilla
Todas las mañanas, cuando salía hacia el trabajo, me encontraba con la misma escena: Un gato, un vástago mezcla de un gato persa y un posible callejero atigrado, me daba los buenos días tumbado en el felpudo de mi casa.
Ese bicho era inmutable. Yo aparecía tras la puerta de repente, intentando provocarle cierto espanto para que huyera, pero no se movía lo más mínimo y, para colmo, parecía no importarle estar tapando con su rechoncho cuerpo la palabra "Bienvenidos", esa que viene de serie en todas las alfombrillas que se precien...
Era irritante.
Lo era, sobre todo, porque veía cómo había hecho suyo aquel rinconcito insignificante que yo creía mío, y, por si fuera poco, al pasar me miraba con altanería, como ese rey medieval que mira con suficiencia a sus súbditos y siervos, sabiendo que nadie, jamás, podría moverlo de allí.
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