Imagina a un niño pequeño, de unos cinco años, al que colocan delante de una suculenta tarta de chocolate. El pequeño sabe que no debe probar la tarta, su madre se lo ha prohibido y si lo hace le regañarán y castigarán severamente. Pero es una tarta tan buena… de esas que con solo mirarla se te hace la boca agua, siendo incapaz de pensar en otra cosa que no sea hincarle el diente. ¿Qué crees que haría el niño?¿Controlarse?
No… el pequeño miraría la tarta y pensaría: “Bah, si pruebo solo un poco mamá no se dará cuenta”.
Pero, ¿quedaría la cosa ahí? No exactamente… Una vez que ha probado la tarta, el niño solo piensa en catarla de nuevo. “Bueno, si pruebo un trozo no importará, ¡todavía quedaría mucha tarta!”
Está claro que la cosa tampoco se quedaría ahí. No hay otra cosa en la mente del chico que no sea la tarta. “Tampoco estaría mal que me comiera media tarta, la otra mitad se la dejaré a mamá y así no se enfadará tanto…”
Pobre iluso.
Al final, como es de esperar, el niño sucumbiría al sabor del chocolate: “Creo que me voy a comer la tarta entera, total, ya que me van a regañar por haberme comido la mitad… ¿qué más da que me regañen por habérmela comido entera?”
Pues al final no regañaron tanto al niño no?!
ResponderEliminarNo, al chico no le regañaron tanto... Pero escarmentó después de la regañina.
ResponderEliminarejeemm ejeemm pues dejaste el cue... digo... la tarta bonita eh
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